Virgen

Me llaman intensa y ese es mi nombre. Soy una moneda completa, tengo dos caras.
Ayer maté a un hombre y no siento culpa. Por qué él se encuentra en su casa y no creo que lo sepa.

Pasaron muchos años en los que me rehusaba a recordar aquellos episodios, nunca los había podido comprender del todo y prefería tenerlos fuera de foco. Pero sabía cómo estas imágenes inconclusas repercutían en mi actualidad.

En aquel entonces yo creía saber lo que era el amor, sentía el deseo de morir a sus pies a modo de ofrenda para su felicidad  y me atormentaba de melancolía. No era consciente de como aumentaba mi propia enemistad.

En cambio él me veía como un cautivador cuerpo de mujer al que quería morder y besar, en ocasiones también pellizcar y golpear.

Iba al colegio sin dormir por quedarme toda la noche con él. Lo sobrestimaba en exceso, o mejor dicho me subestimaba a mí.

Yo era una virgen y eso lo calentaba, era inexperta y él sentía poder. Todo estaba dicho desde el día primero, era una fiesta, una casa, fumábamos cigarros en el balcón –Se nota que no fumas, estás fumando mal.- Levanté la mirada y lo reconocí, yo había escuchado su música. Estaba paralizada, se me habían anudado las cuerdas vocales, sentí como el manejaba la situación, sentí su excitación. 
Me tironeó del brazo, abrió la ventana del cuarto y del lado de adentro la cerró. No podíamos entrar allí, el corazón me latía muy rápido. No entendía si quería estar ahí, él me había gustado, pero me sentía débil y quería llorar.

Me besó, sentí como su lengua dura entraba en mi boca, agarró mi mano y la puso en su entrepierna, me empujo sobre la cama, se desabrocho el pantalón y bruscamente puso su pene en contacto con mi cara. – Lo estás haciendo mal-. No sabía cómo escapar.

Me sacó de allí sin hablarme, sentía que me miraba con asco; subimos a su auto y manejaba desquiciadamente rápido, recuerdo la música muy fuerte y criticaba que no hablaba. 
Vivía con la madre y tenía que hacer silencio. Su cuarto era chiquito y otra vez me lanzo en su cama, me quito el pantalón con mucha velocidad, nunca había estado en esa situación, creí que era normal o así quise creerlo. Hizo fuerza, mucha fuerza – No puedo! No hagas fuerza! – Me caían las lágrimas y me apretaba el pezón.

Acabó, me pidió que me lavara, los dientes, las manos, mis partes. –Y hace silencio que está mi mamá durmiendo!- Fui temblando al baño, tenía la bombacha sangrada y el maquillaje corrido. Nunca entendí porque le hacía caso.

Volví al cuarto y él ya estaba dormido, con mucha delicadeza me acosté del lado de la pared y tenía frío, me quedé mirándolo por horas, creo que nunca llegué a dormirme, recorrí su cuarto con la mirada, cada detalle.

Se despertó, me pidió que me vaya y que no me enamore como lo hacen todas las vírgenes. Era muy temprano y la gente iba a trabajar, me dolía todo y no paraba de llorar, tenía tacos y las medias rasgadas, el maquillaje estaba corrido y todos me miraban. Bienvenida al infierno.

Sí, lo seguí viendo, fueron un año y medio de maltratos, me llamaba prostituta delante de gente, me llamaba a las madrugadas drogado, me tocaba el timbre y lo hacía pasar mientras me penetraba en silencio para que mi padre no escuche.

Lloraba y creía estar enamorada. Aún no recuerdo bien el momento en que sentí asco, repugnancia, donde mi amor se evaporó como una gota de lluvia en la arena del desierto; lo único que me quedaba era una mancha sucia. Sentía asco de mí y ausencia de placer. Me sentí merecedora de todo lo que me pasaba. Antes de saber lo que significaba vivir ya me había sentido morir. Sabía que la realidad nunca estaría a la altura de mis expectativas. Se cometía una injusticia conmigo. Era como si en los rostros de todos leyera mi condena, y sentía que esos jueces no me conocían. El mundo se me escapaba y no obstante, era incapaz de aferrarme a él.

Lloré e insulté, chillé y me lamenté hasta que me sentí casi borracha del exceso de tensión. Pasaba  noches despierta, estremeciéndome ante mis pesadillas. Mi imagen me irritaba, me daban ganas de romper el espejo a pedazos.

Me llaman intensa y ese no es mi nombre. Ayer maté a un hombre y no siento culpa. Maté su recuerdo, su sabor, su aroma. Me dejé invadir por él para luego soltarlo por completo, para sentirme vacía de su esencia y volver a sentir.


Comentarios

  1. Parezco re fan comentando todos, pero de verdad son muy buenos!!!!!!

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